Bad Luck || Hermione

El año apenas comenzaba, pero de apoco iban incrementando la carga de las clases. Hasta el momento Nikolai llevaba todos los deberes en orden, aún cuando pociones para variar comenzaba como si estuviéramos a fin de año. Salió de clase de Runas antiguas, la verdad es que no había entendido nada y no porque no quisiera, pero andaba particularmente distraído como para lograr concentrarse. Cargó su bolso en uno de sus hombros y comenzó a caminar por el pasillo, dispuesto a dirigirse a la sala común ubicada en las mazmorras. De caminó encontró a algunos Slytherin fastidiando chicos y chicas de otras cosas, como siempre enfocándose en los Hufflepuff o los Gryffindor  -¿qué hacen, chicos?- preguntó mirando divertido la escena. Se apoyó contra una pared, los tipos realmente se creían bufones, aunque con la falta de reglas que solo los Slytherin podían tener.

Notó cuando a lo lejos venía Granger, ladeó la sonrisa y silbó disimulado llamando la atención de sus compañeros, que más que compañeros eran unos simios con uniforme. Les apuntó con la vista a Granger y ellos entendieron el mensaje, vio cuando fueron a fastidiarla, excediéndose un poco al acorralarla prácticamente encerrándola en el aula vacía. Nikolai sonrió divertido  -a ver, a ver… déjenme lidiar con esto… fuera de acá-  les echó antes de ingresar al aula  -¿qué? No esperarás trato especial solo por ser una… sangre sucia ¿o si?-  preguntó con su típica frialdad cerrando la puerta detrás de él  -pero descuida, soy más civilizado que los simios de afuera-  ladeó la sonrisa divertido y volteo a abrir, pero la puerta parecía atascada  -mierda-  murmuró forzándola, pero nada. En eso escuchó a una profesora pasar por el pasillo y oyó los pasos de todos corriendo para desaparecer del lugar. Volteó a mirar a la castaña y se acercó cubriéndole la boca con una mano antes de que comenzara a gritar -shh… ni creas que quiero estar aquí contigo, pero si gritas terminarán culpándome a mí-  susurró mirándola y volvió a quedar atento para escuchar cuando la profesora se iba, solo cuando estuvo seguro de ello soltó a la Gryffindor.

Se acercó a la puerta sacando la varita  -alohomora-  pronunció sin conseguir ningún efecto en la maldita puerta.

Aún estamos en el primer mes de clases, pero para McGonagall el tiempo en ese aspecto no es importante, ya que acabe de empezar el curso o estemos próximos a vacaciones, ella manda deberes en grandes cantidades. No es algo que me moleste realmente, al contrario que a Harry y Ron, siempre he hecho los deberes con gusto porque de esa manera aprendo; pero hay que hacerlos. Así que hoy he estado en la biblioteca desde esta mañana, después de la clase de Aritmancia, y ya llevo la mitad de la redacción, pero necesito comer algo antes de seguir con ella, así que cuando salgo de la biblioteca me dirijo a la sala común de Gryffindor para dejar en mi baúl mis materiales, no quiero que se me manche el pergamino con la comida y con tanta gente... eso podría pasar.

No obstante, cuando inicio mi bajada hacia el Gran Comedor oigo quejidos procedentes de un aula que no suele usarse para ninguna clase y frunzo el ceño. Me dirijo hasta allí y, por qué no me sorprende, hay unos Slytherin metiéndose con unos chicos de Hufflepuff y de Gryffindor de cursos inferiores. Estoy a punto de decirles que se metan con alguien de su tamaño cuando lo hacen ellos solitos, acorralándome como si fuera una presa. Los miro con irritación, ¿por qué siempre tienen que estar acosando y molestando a los demás? Es algo que no entiendo en profundidad. Qué gente tan estúpida, hijos de personas que no tienen moral y que, por lo tanto, no pueden inculcársela a sus hijos.

Miro a todos con desdén cuando se van marchando tras el comentario de otro de ellos, que creo que es de séptimo curso. Después salen corriendo los alumnos que estaban siendo víctimas de los Slytherin. No me amedrenta cuando el que se queda cierra la puerta. Le dedico una mirada de profundo disgusto al Slytherin cuando me llama sangre sucia. Qué original, ¿no? Ya debería dejar de molestarme, sentirme indiferente ante tan utilizado insulto, pero no es así. Me sigue fastidiando que me llamen así, aún me duele escucharlo... me esfuerzo mucho por ser una buena bruja para que sólo se fijen en que nací de muggles, ¡como si fuera realmente importante! Una vez más estoy a punto de decirle algo al respecto cuando, al girarme, veo que intenta abrir la puerta y no lo consigue. Pero qué imbécil. Y entonces pasa algo que me molesta aún más: oigo a alguien por el pasillo y él en vez de tocar en la puerta para que abran viene hacia mí y me tapa la boca. Por supuesto yo no me quedo quieta, intento que se aparte y deje de cubrirme la boca. Cuando por fin lo hace aprieto los puños y saco mi varita, aunque no le apunto con ella.

—No vuelvas a tocarme, serpiente —mascullo y me acerco a la puerta para darle un empujón y apartarlo de aquí, después me agacho y miro la cerradura todo lo que la perspectiva me permite—. ¿Sabes la cantidad de cosas que tengo que hacer para quedarme encerrada aquí por tu culpa? Es más —me levanto de nuevo y lo miro con el ceño fruncido—, ¿sabes que como prefecta puedo quitarle puntos a tu casa? Y no sólo por hacer lo que has hecho tú sino por los imbéciles esos que estaban molestando a otros alumnos —en realidad no debería “advertirle”, debería quitarles puntos sin más. Y también me encargaré de contarle a McGonagall lo que he visto, merecen un castigo por esto, pero eso sí que no se lo voy a decir a este imbécil.

Si había algo cierto en Granger, más bien, si había algo positivo en esa chica era que tenía carácter, al menos Nikolai admiraba eso, pero por supuesto que jamás se lo iba a decir, ni lo iba a comentar a nadie, admitir que una hija de muggles tiene buenas cualidades sería como derrumbar todo en lo que siempre ha creído. La miró con cierto desprecio arqueando una de las cejas  -ni que quisiera hacerlo-  murmuró asegurándose de que ella escuchara. Se cruzó de brazos por sobre el pecho mirándola estudiar la cerradura, esperaba que el hecho de que la Gryffindor fuese una sabelotodo les ayudara esta vez, pero parece que no iba a ser el caso, seguramente su solución era la misma que había pensado él, tirar la puerta abajo.

Rodó los ojos fastidiado al no tener solución viable y se giró como recorriendo la sala con la vista, siempre se había preguntado en qué ocupaban estas aulas vacías; claramente para dejar muebles era una de las respuestas y es que en el fondo abundaban las mesas y sillas antiguas. Solo volvió su atención a la chica al escucharla hablar  -no, Granger… y no me interesa-  dijo teniendo claro que vendría un discurso propio de la castaña, pero su esfuerzo fue en vano, ya que comenzó con las amenazas y toda… esa mezcla de palabras que seguramente se le hacía imposible retener  -si crees que te tendré miedo, estás muy equivocada… probablemente los imbéciles con los que andas todo el día lo tengan, pero no es mi caso-  aseguró como colocando sus reglas en la situación  -¿tú crees que me importan unos malditos puntos?-  preguntó con una sonrisa irónica -nada me demoro en recuperarlos y si lo meditas bien, deberían darme puntos por soportar estar aquí encerrado contigo-  aclaró apartándola con una mano para volver a ejercer fuerza en la puerta.

Luego de haber intentado empujándola y pateándola, estaba comenzando a comprender que esa no era la forma. Llevó su vista a la Gryffindor  -deberías dejar de fruncir el ceño, Granger… te pondrás vieja antes de tiempo. Digo, tu personalidad ya es de vieja, así que ten ojo con cómo luces- le recomendó aunque solo para molestarla, nadie le podía culpar por sentir gusto en fastidiar a la de quinto año, tenía ese carácter que parece interesante desafiar, más allá de toda esa porquería muggle que rodeaba su historia.

-No se tu, pero yo me voy a poner cómodo-   dijo caminando hacia una de las mesas en el aula, se quitó el chaleco de Slytherin para limpiar la mesa antes de sentarse. Se quedó en silencio unos minutos y de reojos miró a la Gryffindor  -¿aún estás considerando lo de los puntos?-  preguntó cómo si no estuviera interesado.