Entrenamiento a solas... o casi (James Flemishan)

Hoy me he despertado más activa que de costumbre a pesar de que estuve en pie ya a las cinco y media de la mañana. Pero, en realidad, esa era la idea. Ayer quedé con Larina y Ling-Ling para ir a correr temprano hoy, es algo que me hace sentir bien. Después de eso nos metimos en las duchas para quitarnos el sudor y luego nos sentamos juntas en el Gran Comedor para desayunar animadamente. Correr me llena de energía, a pesar de la hora temprana, y ahora podré pasar un sábado más animado. Ya tengo pensado lo que haré, así que en cuanto termino el desayuno subo a la biblioteca para ir directamente a por Quidditch a través de los tiempos y luego me siento en una mesa solitaria a leerlo. Me habré leído este libro ya unas cuatro veces, pero nunca está de más repasarlo un poco, aunque no es el único libro que he leído sobre quidditch, escobas, vuelo o temas relacionados con ello.

Hay poca gente hoy, cosa que no me sorprende demasiado, aún estamos empezando el curso y además es sábado, así que imagino que estarán aprovechando para hacer otras cosas en lugar de estar en la biblioteca. Yo me quedo aquí hasta la hora de la comida, momento en el que bajo al Gran Comedor y me siento con Fred y George. Cuando termino de comer llamo a mi escoba con el encantamiento convocador y después hablo con la profesora Hooch para pedirle permiso para tomar una quaffle. Creo que ya está acostumbrada a esto, así que me permite coger una y con esta en mano me encamino hacia el campo de quidditch. Entrenaré sola, a veces lo hago, porque me gusta estar activa, no espero a que haya entrenamiento del equipo. Quaffle en mano, una vez en el terreno de juego —hoy desprovisto de decoraciones de las casas, ya que no hay partido—, me subo a mi escoba y me alzo en el aire. Encanto la pelo para poder jugar como si hubiese más jugadores y comienzo a hacer movimientos elaborados en el aire, como si hubiese más jugadores a los que esquivar.