Pesadillas que sólo un abrazo calma (Ron Weasley)

Abro los ojos de golpe y respiro hondo varias veces hasta que consigo tranquilizarme un poco. No me encuentro bien, no entiendo por qué he tenido ese sueño. Me parece que tanto estudiar me está afectando, no es tan fácil dedicarle tantas horas al estudio sin salir afectada después. Sin embargo, no me esperaba que el estrés fuese a transformarse en un sueño tan extraño. Imaginarme Hogwarts de esa manera me da náuseas, imaginarme a mí de esa manera... me marea. Tengo que admitir que el sueño me ha pasado factura, una muy cara, por cierto. Debe de ser que anoche me quedé estudiando Herbología hasta tarde y he estado mucho tiempo durmiendo. Cuando miro mi reloj de pulsera veo que son las diez y media de la mañana, no me gusta que sea tan tarde, aunque mis amigos no lo llamarían tarde. En realidad no lo es, pero prefiero despertarme más temprano, así tengo más horas para hacer cosas de provecho, quedarme durmiendo sólo me quita horas que podría utilizar para, a grandes rasgos, vivir la vida.

Me levanto y me visto con unos vaqueros y una sudadera, me paso el cepillo unas cuantas veces y después camino hacia la puerta del dormitorio, no sin antes observar las demás camas: Lavender Brown aún sigue en su cama, pero Parvati no está. Crookshanks tampoco está por aquí, tal vez ha ido a cazar, quién sabe. Bajo las escaleras que llevan a la sala común y me encuentro con que no hay mucha gente en la estancia. Me quedo de pie pensando en si quedarme aquí o bajar a desayunar, pero la respuesta viene sola cuando veo cómo Ron baja las escaleras que llevan al dormitorio de los chicos. Tiene esa cara de somnolencia que no es tan rara en él, eso me calma un poco con respecto al maldito sueño que tuve. Acorto la distancia entre ambos y lo abrazo con fuerza.

—Buenos días, Ron. —le saludo, sintiéndome reconfortada al comprobar que de verdad es él.

Después de varias horas jugando al ajedrez mágico con Harry, y de que éste se cansara de perder una y otra vez, seguía estando tan despejado como una lechuza, así que después de recoger las viejas piezas del juego que se habían quedado esparcidas a los pies de la cama, bajé a la sala común con un libro de quidditch que había rescatado del fondo del baúl. No había nadie, y del fuego sólo quedaban los restos de las brasas que apenas conservaban fuerza. El forzar la vista para leer sobre los Chudley Cannons y la tenue luz de una lámpara no tardaron en adormilarme, así que después de una media hora volví a la calidez de la habitación y me dejé caer sobre la cama, rindiéndome en pocos minutos al sueño, pero después de lo que para mi fueron minutos, empezaron los revuelos en la habitación. Sentía el cuerpo cansado, a pesar de que había dormido horas más que suficientes, pero se me había pasado tan rápido que si hubiera sido por mí, hubiese echado a todos de la habitación para poder seguir durmiendo durante el resto del día, pero aún así me levanté, me vestí y bajé a la sala común después de ver que Harry seguía dormido como una marmota en su cama. ¿Cómo podía seguir durmiendo con la que habían formado en un momento?

Bajé las escaleras peinándome con las manos, sin darme cuenta de que realmente lo único que estaba consiguiendo haciendo eso era estropearlo más de lo que ya estaba. Bostecé abriendo la boca en su máximo esplendor, mientras levantaba una mano para saludar a Hermione, a quien había visto de pie en mitad de la sala, y lo siguiente pasó tan rápido que mi primera reacción fue levantar ambos brazos y mirarla perplejo. -Ah... Buenos días, Hermione.- Bajé lentamente los brazos para corresponder su abrazo de manera algo torpe, tanto por la sorpresa de que se lanzase a abrazarme, como por estar aún atontado por el sueño. -¿Estás bien?- A pesar de que éramos muy buenos amigos, nunca habíamos tenido la confianza de darnos un abrazo, al contrario que Harry y ella, que parecían más unidos entre ellos que conmigo. Pero aún así, no me molestaba, al contrario, sentía una extraña sensación de confort al tenerla entre mis brazos.